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2. ¿POR DÓNDE EMPEZAR? MI PRIMER ENCUENTRO CON LAS VERDADERAS URGENCIAS

Mientras esperaba a que le entregarán a su primer paciente, recordaba el poema de Antonio Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar… —Antonio, en la cama 1 está postoperado de apendicitis —dijo el médico que salía de turno. Las cosas empezaban a ser un poco diferentes de lo que Uriel estaba acostumbrado en la residencia. —¿Por qué un paciente que ya fue operado se encuentra en urgencias y no en piso? —preguntó Uriel al médico nocturno que escuchaba extrañado la pregunta de Uriel. —Pues, lo dejaron en urgencias porque aquí “tiene más cuidados”. Además, no había personal suficiente en recuperación. Uriel no supo qué contestar. “Tiene más cuidados”, se repetía. Es decir, casi cualquier persona, incluyendo a los profesionales de la salud, desearían tener un servicio no saturado, óptimo, para cuando se tenga una urgencia verdadera, lo cual incluye familiares y personas queridas. Así es en teoría, pero en la práctica nadie lo respeta. Aún no acababa de digerir la frase cuando la siguiente oración de su compañero lo sacó de su concentración para regresarlo a ese momento.

—Ignacio, de la cama 2, tiene angina inestable.

Ignacio era un hombre ya mayor, viejo conocido del servicio de urgencias, y para ese momento llevaba dos días en esa cama; una situación poco entendible cuando sabemos que un paciente no debe de estar más de ocho horas en urgencias. Al preguntar la razón, la justificación fue que no se había movido porque no había camas disponibles para Ignacio en el cuarto que se tenía designado para hospitalizar pacientes. La paciencia o la cordura de Uriel estaban llegando a límites extraños. ¿Entonces lo que estuvo haciendo en la capital del país durante su residencia era una mentira? Muchas justificaciones, pocas resoluciones. Pero aún faltaba una razón más para saturar al servicio, una razón que haría pensar muchos días a Uriel aquella frase de Alejandro.

—Él es Don Camilo. Tiene colitis —terminó de entregar la guardia el médico nocturno.

—¿Colitis? —preguntó Uriel incrédulo al enterarse de que estaba un paciente ahí por un dolor abdominal que puede ser manejado en casa, ocupando una cama, causándole molestias a don Camilo, a su familia, incrementando los costos directos e indirectos al paciente, su acompañante y al sistema de salud, y por supuesto al familiar que tiene que acompañarlo mientras está hospitalizado, además de ocupar una cama que puede necesitar otro paciente—. ¿Y por qué está hospitalizado? —continuó preguntando, con miedo a la respuesta que le pudieran dar.

—No sé, así me lo dejó el doctor del turno anterior.