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El inicio…

—No sé qué hace un urgenciólogo, pero arréglame el desmadre de urgencias y el puesto es tuyo. ¡Empiezas el primero de marzo!
Así le dijo Rosy, la joven directora del Hospital La independencia a Uriel, joven médico recién egresado de la especialidad de Medicina de urgencias, al devolverle su currículo y solicitud de empleo.
—Pasa al departamento de capital humano. A partir de ahora eres el jefe de urgencias. Como directora te digo que no hay servicio más difícil ni con más problemas que ése. Estoy consciente de que todos hacen un esfuerzo, pero es imposible arreglarlo.
“¿Por dónde empezar?”, se preguntó Uriel. Él había estudiado la especialidad de urgencias y un posgrado en reanimación en un hospital que funcionaba casi automáticamente; médicos especialistas, residentes de diferentes grados, médicos internos, estudiantes de medicina, todos ellos trabajando en un equipo comandado por el residente de mayor jerarquía, en donde cada quien de manera intuitiva sabía cuál era su rol; pero esto era diferente. Había que empezar desde cero.
Además recordó que a pesar de la existencia de la especialidad por más de veinticinco años (JM, 2009), gran parte de la población la desconoce, incluyendo a los médicos, y muchos de los que sí la conocen no reconocen la importancia que tiene.
—Hola Uriel —una voz lo sacó de sus pensamientos. Era Alejandro, su viejo compañero de servicio durante el tiempo en que había trabajado ahí mismo como médico general—.

– Me enteré de que vas a ser nuestro jefe, ¿verdad? ¿Cuándo empiezas? Será un gusto que estés con nosotros. El servicio ha crecido mucho, y la verdad ya no tenemos ideas. Los especialistas nos regañan cuando les pedimos interconsultas. Se molestan porque les hablamos. Dicen que tienen que ver su piso y la consulta externa, pero ni los pacientes ni nosotros tenemos la culpa de que sigan llegando personas a urgencias que requieran valoración. A veces he pensado que a algunos de esos especialistas no les gusta su trabajo. Como dice el Dr. Lalo: “Si yo supiera lo que el especialista sabe de su área, pos sería especialista y no necesitaría de su intervención”. Pasa para que te des una idea del servicio.
Mientras caminaban por los pasillos del antiguo hospital, una casona de pueblo habilitada hace muchos años como nosocomio, Alejandro condujo a Uriel a una sala que se encontraba del lado derecho de la entrada del hospital. “¿Adónde había regresado?”, pensaba Uriel al comparar en su cabeza la vieja casona con el hospital de donde él había recién egresado, y aunque recordaba sus viejos tiempos en esa institución, parecía que había sido tanto el tiempo pasado en un hospital; con pasillos, con tecnología, con médicos, que ya había olvidado cómo era la realidad; por lo menos la que antes de su partida a la residencia él conocía. Mientras los dos antiguos compañeros caminaban, Uriel observó a un señor sentado, llevándose las manos al pecho; otro más con francos signos de dificultad respiratoria; un niño que se había tragado una moneda, etc. Tantas cosas que pasaban por su cabeza en ese momento, tantas imágenes en tan poco tiempo, tantos recuerdos, hasta que la voz de Alejandro lo regresó a la realidad.
—Pero tú vienes bien preparado…