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12. ESPIRITUALIDAD EN URGENCIAS

La reunión de los dos urgenciólogos se dio en un contexto ajeno al que siempre estaban acostumbrados dentro de las salas de urgencias. En esa ocasión fue durante uno de los viajes de capacitación que hacían. Habían terminado el curso e iban de regreso; sin embargo, por esperar al doctor Puchi, que esa mañana se había levantado un poco tarde debido a la resaca de la noche anterior, habían perdido el vuelo de regreso a casa, por lo que podían disfrutar de un par de horas sin el estrés de las prisas ni una agenda prefabricada.

Puchi y Seth —un médico reanimatólogo, compadre de Uriel y miembro del mismo grupo de capacitación— habían decidido visitar el centro de la capital, pues a Seth, cada visita la capital era una oportunidad para ver las nuevas adquisiciones que el Fayu, un comerciante del centro histórico, tuviera. El Fayu siempre asombraba a Seth con las nuevas “creaciones” que tenía. Bueno, en realidad no se requería mucho para asombrar a Seth, que era comprador compulsivo de todas las “novedades” del Fayu, al extremo de que a veces compraba cosas que ya había comprado. Así que Uriel y Santiago se quedaron esperando que diera la hora del vuelo de regreso a casa. Se encontraban cansados y no tenían ganas de moverse una hora en una ciudad como la capital. Ese mismo día, pero hace un par de años antes, estaban en ese mismo lugar con Octavio. Era un joven médico, recién egresado de la carrera, que en ese mismo viaje había sufrido un accidente y había muerto. El cansancio del viaje, la fecha y el lugar donde habían provocado que Uriel recordara a su antiguo compañero.

—¿Has pensado en lo impredecible que es la vida, Santiago? —recuerdo que hace dos años, cuando vinimos a dar un curso aquí, Octavio nos acompañaba, y luego pasó el accidente. Recuerdo que el Nenuco intentó ayudarlo —el Nenuco era otro de los miembros del equipo—, y a pesar de todo lo que sabía no pudo hacer nada.

—Sí doc, lo recuerdo bien —dijo Santiago como si entrara en un estado de meditación—. En realidad parece que la vida siempre es así, doc —Santiago estaba pensando mucho en las palabras que Perales había dicho en la conferencia de una semana antes. El Dr. Perales era uno de los líderes de la Sociedad de Urgenciólogos, y había dado esa conferencia a un grupo de residentes de la especialidad, diciéndoles que los pacientes en urgencias no se “dejaban morir”, que para eso habían estudiado Urgencias.

—Estuve pensando mucho en las palabras de Perales, doc —continuó Santiago—. Creo que no existe un paradigma más equivocado respecto a la muerte que ése. Vea el caso de Octavio: venía a un curso de reanimación, con expertos en reanimación, y a pesar de ello, de haberle dado todos los cuidados, desde el momento en que pasó el accidente, finalmente murió. Creo que esas posiciones que se le enseña a los muchachos —refiriéndose a los residentes de urgencias— en realidad son parte de los antiguos conceptos de escuelas viejas que sólo disfrazan el ego del grupo ante una verdad que en realidad no podemos controlar. La muerte llega, y cuando es así no podemos hacer nada.

Uriel recordó el simbolismo del escudo de su sede de especialidad63 “el agua quemada”, el espejo del universo, el atl-tlachinolli. Todos los ciclos de inicio de residencias, el maestro Sergio les explicaba el significado: el justo medio entre el agua (laliact, jade) y el fuego (cuezalli, turquesa)64, separados por una línea imperceptible, como el yin y el yang, la vida y la muerte, una dualidad siempre presente; un recordatorio de que “el urgenciólogo defiende la vida, pero respeta el territorio de la muerte”.

—Sí, así es, pero no debes negar que nosotros somos los mejores para combatir la muerte. De otra forma tu posición sería muy determinista —respondió orgulloso Uriel.

—No es ser determinista doctor. No quiero decir que no hagamos nada por el paciente por la premisa de que “se va a morir” —Santiago se refería a una posición que había visto en muchas ocasiones en varios de los hospitales, donde el médico, juzgando a priori que el paciente se iba a morir, evitaba tomar acciones o realizar procedimientos más por flojera que por genuino sentimiento de beneficio del paciente—. Tenemos que hacer todo lo que está en nuestras manos por evitar que el paciente muera; pero, precisamente ese concepto de que nosotros pelamos contra la muerte es un concepto errado.