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LA VIDA PERSONAL DEL URGENCIÓLOGO. ¿MÁS ES MEJOR? LA FAMA TRAE LA SOLEDAD

El día no había sido uno de los mejores para Santiago, pues había muchos conflictos en el hospital con el Tom, y no sólo eso, sino que el reciente proceso de divorcio que estaba viviendo lo mantenía muchas veces alejado de la realidad, como en una cuerda cuántica que le permitía tocar dos dimensiones sin poder pertenecer a alguna de ellas. Contestó el teléfono, y ahí estaba Uriel, con su voz siempre jocosa, llena de entusiasmo, con nuevos proyectos.

—Santiago, ¿qué tienes que hacer el jueves? Vamos a la reunión para la cumbre —su voz siempre transmitía entusiasmo, pero en esta ocasión no pudo hacer eco en el urgenciólogo.

—Lo siento, doctor. No es posible. Tengo algunas cosas que arreglar.

—Ah, qué caray. Bueno, vamos bien en los proyectos. Vamos a tener una reunión en el centro de convenciones. Ojalá nos puedas acompañar. Seguimos en contacto.

Santiago siempre había admirado el espíritu de Uriel en la forma en la que le decía:

Doctor Uriel, usted crea su suerte.

En verdad creía que los hombres nacen con determinadas cualidades o “dones”, y una de las de Uriel era formar su propia realidad, crear los espacios para que la suerte fuera dándole lo que él le pedía a la vida; “una de las grandes ventajas del buen karma que posiblemente generó en otra vida”, pensaba Santiago. Sin embargo, aquella ocasión, puso a pensar mucho a Santiago sobre la verdad de esas realidades, sobre si seguir a Uriel en esa travesía que ahora encontraba vacía. Las vivencias de Santiago dentro de la administración le habían enseñado que las personas se pueden apasionar con los proyectos que las instituciones o los grupos establecen; pero al final siempre había visto que todo eso era pasajero, una moda sigue a la otra, los planes que aquel consideraba como lo más grande que pudo haber existido eran olvidados por el otro cuando llegaba al puesto de poder, y junto con esos proyectos se olvidaban los hombres

Recordaba aún a su anterior jefe de prestaciones médicas. Durante su tiempo como encargado fue adulado, admirado y temido; pero cuando salió todos lo criticaron y pronto su trabajo completo fue olvidado. También recordó la propia experiencia con Uriel en el congreso de los panzas verdes. El último día del congreso, Seth lo fue a buscar apurado.

“Santiago, tenemos que apoyar a Uriel. Van a hacer algo feo contra él.”

Santiago y Seth entraron a una reunión no programada ni citada por Uriel, el presidente del grupo en ese entonces, y lo acompañaron ante la mesa de juicio que le habían preparado. Qué irónico que aquellos que lo habían elogiado unos días antes, ahora estaban ahí para enjuiciarlo. El siguiente congreso de urgencias olvidó por completo las innovaciones, los riesgos que tomó Uriel al romper con los esquemas que la sociedad había mantenido durante ya décadas.

Aunque los escenarios eran distintos, la situación era la misma. Los proyectos de los hombres nacen a través de ellos…

 

… Santiago sabía que el doctor Magnesio, durante muchos años, había sido profesor de residentes de urgencias, de donde había salido Uriel, y también de residentes de otras especialidades como Maxilofacial, además de haberse ganado su fama y prestigio, querido por unos y odiado por otros en los hospitales donde había trabajado en la capital.

—Sí fue, pero todo vale la pena por la familia. Verás, Santiago. He aprendido que debes determinar qué es lo que quieres en tu vida. Algunos urgenciólogos, la mayoría de ellos, sólo buscan el dinero, otros se van por la fama y el poder, pero yo sólo he buscado estar bien con mi familia. Es más, tengo que agradecerle a mi esposa porque me ha aguantado el genio que tengo y las cosas que hemos vivido. Las historias de muchos de los otros, no son los grandes y exitosas como parecieran ser…

… Mientras veía a la ginecóloga salir en su camioneta, Santiago recordó su historia: se trataba de una ginecóloga estricta, con un divorcio, con una sola hija, que, contaban los del hospital, era una adolescente con muchos problemas, inclusive con problemas con su mamá, quien usualmente llegaba al hospital a las 07:30 y casi diario se iba hasta las 18:00, y si en ocasiones la llamaban regresaba aun en la noche y la madrugada como en esa ocasión. Cómo no estar en conflicto con los hijos cuando gran parte del tiempo se dedica a la carrera sin poder armonizar ese episodio. Y, de pronto, Santiago recordó una plática que tuvo hacía un tiempo con Vázquez Puchi, en la que Santiago se quejaba de que su niña no quería platicar con él, una pequeña de una año y medio, quien, al verlo, se volteaba porque no quería estar con él. Vázquez Puchi, en aquella ocasión, también le comentó que había tenido ese problema con su niña más pequeña, y la respuesta de su amigo había dejado desconcertado a Santiago.

“Estaba enojada conmigo, porque no me veía, y era la forma en la que ella expresaba su enojo. Se siente muy feo. Lo que hice desde entonces fue procurar que me acompañara en los viajes.”

La respuesta en ese entonces le parecía a Santiago muy buena, pero tal vez no lo suficiente para poder llegar a ese sentimiento que tenía respecto a su pequeña. Después de todo, no todos compartían la suerte de Santiago de que su familia aceptara subir a una camioneta para poder desarrollar así una vida en familia.

Cuando llegó a su oficina, ya lo esperaba Angélica, la joven médico familiar profesora de los residentes de esa especialidad, que era subalterna de Santiago.

—Santiago, qué bueno que llegaste. Tengo que comentarte algo que la Dra. Gisela me dijo de los residentes. Tuvieron un

problema en la noche, y ella tuvo que venir. Ojalá hubiera más como ella, comprometida, es un ejemplo a seguir.

Las palabras de Angélica le hicieron recordar a Santiago una visita que realizó al Centro Médico Nacional, en el restaurante que está frente a la Academia Mexicana de Medicina. Esa tarde iba saliendo de un congreso que tenía en ese lugar y fue a cenar con sus compañeros a ese restaurante. Aún recordaba que frente a la mesa que habían elegido se encontraba un anciano encorvado ya por los años, que a los pocos minutos preocupó a Santiago, porque apenas se veía que movía el pecho. La preocupación de Santiago desapareció cuando el anciano se incorporó lentamente, y entonces pudo ver que en su solapa estaba el fistol de los miembros de la academia. Muchas ideas de Santiago se confrontaron en ese momento. Siempre quiso ser un profesionista exitoso y respetado en su campo, una referencia para los que vinieran abajo, uno de esos grandes maestros de la medicina de urgencias; sin embargo, aquella imagen le pareció una profecía de lo que puede pasar cuando lo que se busca es ser lo que pudiéramos llamar las vacas sagradas. Anciano y solo, apenas podía caminar, apenas respirar; pero estaba ahí, en un sitio de antaño, ante un proceso de envejecer y una realidad que a veces no queremos aceptar. Y mientras veía a ese maestro, recordó a una de sus amigas, una médico pediatra infectóloga. A su edad era de las mejores del Centro Médico; pero a sus casi cuatro décadas, gran parte de su vida, sus aficiones y su tiempo eran dedicados a esa noble profesión que es la medicina…